Cuando llega la primavera y empiezan a subir las temperaturas las hojas de los árboles vuelven a tener la tonalidad verde que tanto nos gusta ver, las flores se abren llenando los campos de color y con sus aromas nos cautivan y hacen que nos apetezca más ir al campo con nuestro compañero peludo, para que pase un buen rato jugando y corriendo mientras nosotros disfrutamos de la naturaleza.
Si decidimos que ir al campo con nuestro perro, es un buen plan, pero debemos permanecer alerta en un detalle: si para los alérgicos al polen es algo que hay que esquivar para poder sentirse bien, en el caso de los perros las espigas son toda una amenaza de la que deben huir. Al empezar el calor van apareciendo distintas hierbas y malezas, y entre ellas germinan conjuntos de la temible espiga, que se desprenden de la planta según ésta se seca, ya sea por el viento o por el roce de nuestro paso o el de nuestras mascotas. Algo que nos parece tan natural puede ocasionarle a nuestro peludo amigo más de un inconveniente. Y no solo en el campo, en los parques de las ciudades o pueblos donde vivimos también podemos encontrar espigas.
Estas gramíneas de aspecto similar al trigo por su especial diseño se comportan de una forma muy curiosa, no sólo se enredan en el pelo del perro sino que además avanzan hasta penetrar en su piel, entre sus dedos o en sus orificios naturales: ojos, oídos, hocico… pudiendo llegar a producirles heridas graves.
En el caso de una persona, si una espiga intenta molestarnos nos bastará con sacudirla de la ropa o el pelo, o como mucho quitárnosla de dentro del zapato o el jersey, pero para nuestro compañero la situación es más complicada. Como él camina con la cabeza agachada y rozando todo aquello que se cruza en su camino es inevitable que camine entre las malas hierbas y las espigas, independientemente de la raza de la que se trate porque su altura está al nivel de la maleza. Es muy probable que el dueño del perro no se dé cuenta de que éste se lleva con él un visitante extra a casa después del paseo: dentro del oído, entre sus patas o enredado en su pelo… pero hay señales que pueden ayudarnos a detectar que hay algo fuera de lugar.
– Tiene un ojo medio cerrado e inflamado: Quizás tiene una espiga en sus ojos. Éstas pueden producirles muchas molestias, dolor e, incluso, úlceras en la córnea. En este caso, la espiga puede quedar oculta entre el globo ocular y el párpado o alojarse en el tercer párpado.
– Estornuda sin razón y con mucha fuerza, arruga la nariz y se frota el hocico con las patas hasta el punto de llegar a hacerse heridas: Quizás hay una espiga en su nariz. Con estos movimientos podría expulsar la espiga o, por el contrario, que permanezca ahí llegando a producir pus, o diversas secreciones que pueden ir a peor.
– Se lame las extremidades de manera insistente: Quizás tiene una espiga entre los dedos de la pata. Debes quitarla pronto pues podría acabar con un absceso de pus en la pata.
– Se empieza a mover la cabeza de un lado al otro bruscamente, mientras estamos en la calle o a poco de llegar a casa: Quizás hay una espiga en su oído. Debe extraerla el veterinario porque no saldrá por sí misma.
Por ejemplo, por el prepucio en los machos o por la vulva en las hembras pueden entrar también, dando diferente sintomatología. Incluso por cualquier pliegue de la piel o zonas donde el pelo es más denso, por lo que cualquier bulto sospechoso que encontremos durante el verano en nuestro amigo, puede deberse a una espiga.
Lo primero que podemos hacer para evitar las espigas es no transitar por los lugares donde éstas abundan. Pero en la práctica muchas veces es imposible evitar que el peludete entre en contacto con multitud de espiguillas y más con los brutos que son. Por lo tanto, es más práctico hacer lo siguiente:
En perros de pelo largo, recortar el pelo, especialmente la cara interna de las orejas, entre los dedos y las almohadillas. En el caso de los de pelo corto, inspecciona cualquier bulto sospechoso.
Revisar los puntos críticos para las espigas: entre los dedos, las zonas cercanas a las patas, los pliegues de piel, las zonas de pelo abundantes, la cabeza, los oídos, ojos, etc., cada vez que volvemos del campo.
Ten en cuenta que la espiga «viaje» por el manto, con la punta hacia delante. Se va desplazando siempre en la misma dirección, hasta que la puntita se topa con algo. Es entonces cuando empieza rozarse, generando finalmente un pequeño agujero por donde entra.
Si tu peludete, en la calle o al poco tiempo de haber vuelto a casa después un paseo, empieza a cabecear de repente y bruscamente debes inspeccionarle los oídos porque probablemente le ha entrado una espiga en uno de ellos.
Si observas que mantiene la cabeza inclinada hacia un lado debes sospechar que tiene una espiga adentro que ya ha llegado a rozarle, o peor, que haya empezado a perforarle el tímpano. Debes acudir de forma urgente al veterinario para que le examine. Una vez que una espiga está perforando el tímpano tu amigo sufre mucho dolor y el oído empezará a infectarse. Si no se le extrae rápidamente la espiga estará cada vez peor, la infección pasará de una otitis (infección) externa a una otitis del oído medio.
Empezar a estornudar continuamente sin motivo aparente, arrugar la nariz, frotarse el hocico con las patas o refregarlo contra el suelo y los muebles e incluso sangrar por la nariz suelen ser síntomas de que una espiga haya entrado dentro de su nariz. Al mismo tiempo, todas estas cosas pueden dar lugar a que la espiga sea expulsada. Los daños causados por la espiga pueden hacer que durante unos días siga mostrando estos síntomas. Pero deberían disminuir en intensidad y frecuencia. Si ves que no mejore debes acudir al veterinario.
Un ojo inflamado, rojo, lloroso y cerrado. Si ves esto también debes visitar tú veterinario cuanto antes ya que ojos solamente tiene dos y son partes muy delicados.
Los problemas causados por las espigas pueden llegar a ser muy graves, pero una buena inspección diaria de todos los lugares mencionados puede prevenir la mayoría de los posibles problemas.
Una recomendación final: Si por un descuido nos encontramos con que nuestro bulldog ha empezado a mostrar alguno de los síntomas que hemos comentado, debemos llevarlo rápidamente a su veterinario habitual para que le extraigan la espiga lo antes posible. Será una visita corta y en unos minutos nuestro amigo seguirá corriendo y jugando feliz.
Fuente del artículo: veteraliablog.com y escuelacaninamaya.com
Imagen de : Frenchies & Friends.